Los Eufemismos Constitucionales Cubanos Y La Crisis Económica Y Moral Del Castrismo

El artículo 3 de la Constitución impuesta por el Partido Comunista de Cuba (PCC) a los cubanos en el 2019 asegura que “en la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado”.

Pero un pueblo que no puede elegir a sus representantes ante el poder legislativo, ni a los ciudadanos que ocupan cargos en los poderes ejecutivo y judicial, que es reprimido con severas condenas de cárcel cuando protesta u obligado a ir a vivir al extranjero debido a la desastrosa situación económica creada por ese partido; que es obligado a salir del país por sus ideas políticas, encarcelado por difundir un suceso en las redes sociales o por salir a la calle con un cartel en contra de la dictadura comunista, no es ni podrá ser jamás un pueblo soberano.

Los comunistas han creado una retórica falaz donde el pueblo es un conjunto homogéneo y genuflexo ante sus ucases. Quien se aparte de esa definición pasa a ser ipso facto un “enemigo del pueblo”, un “asalariado del imperio” o un “agente de la CIA”.

Ellos entienden por soberanía la ejecución de lo que deciden quienes dirigen las altas instancias del PCC. El pueblo carece de muchos derechos, entre ellos el de poder participar en los debates de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) y conocer sobre asuntos tan sensibles para la opinión pública como sin dudas lo es la deuda externa del país.

Aunque el artículo 53 de esa misma Constitución establece que “todas las personas tienen derecho a solicitar y recibir del Estado información veraz, objetiva y oportuna, y a acceder a la que se genere en los órganos del Estado y entidades, conforme a las regulaciones establecidas”, se trata de otro eufemismo. En casi 50 años de existencia de la ANPP jamás ha habido un solo diputado que se haya atrevido a preguntar a cuánto asciende el presupuesto estatal que cada año se destina a las Fuerzas Armadas, al Ministerio del Interior y a mantener el tren de vida-nada proletaria, por cierto- de los altos dirigentes del país y sus familiares. Tampoco ninguno ha indagado acerca del monto de la deuda, algo que interesa a toda la nación, pero es un tema tabú.

Fieles al secretismo que suelen practicar con respecto a varios temas, los comunistas cubanos no someten al análisis público ese tema, quizás porque se trata de una deuda que no ha sido contraída por el pueblo cubano, sino por los altos dirigentes comunistas cubanos.

Pero al parecer algo está ocurriendo alrededor de este asunto y así lo demuestran las concesiones que la dictadura ha hecho recientemente a Rusia y cierto artículo titulado “De los cómos y los porqués”, publicado por el economista Juan Triana en la revista “On Cuba”, donde el especialista sugiere que una forma de enfrentar la solución de la deuda es vender las propiedades estatales que supuestamente pertenecen al pueblo cubano a los acreedores.

Es sabido que en el 2015 el Club de París condonó a la dictadura caribeña-repito, no al pueblo cubano-, el pago de los 11 000 000 millones de dólares que les debía y se acordó entre ambas partes la reestructuración del pago de las obligaciones restantes.

Según una información publicada por Diario de Cuba (DDC) el 17 de junio de 2022, titulada “Finalmente España revela a cuánto asciende la suma que le debe Cuba”, nuestro país ha sido el segundo en recibir más dinero de su antigua metrópoli desde el 2015, (2 030 millones de euros), solo superado por Grecia.

Luego de ese acuerdo de reestructuración de la deuda, el entonces Jefe de Estado, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, afirmó públicamente que era objetivo primordial del país cumplir puntualmente con el pago de las obligaciones contraídas. Pero eso no ha ocurrido pues según puede leerse en la citada información de DDC, a fines del 2021 ya la dictadura cubana debía a España la suma de 5 211 millones de euros, casi la mitad de la deuda que tenía con ese país en el 2015.

Por la falta de transparencia informativa existente en Cuba se desconoce el monto real de la deuda externa, aunque datos publicados en Internet afirman que supera los 18 500 millones de dólares.

¿Quién es el verdadero responsable de esa deuda? ¿Por qué Cuba no puede pagar puntualmente sus obligaciones financieras y convertirse en un Estado confiable para los acreedores e inversionistas? ¿Adónde fue destinada esa extraordinaria suma de dinero? ¿Cuáles fueron los resultados de esas inversiones? Estas preguntas están en la mente de muchos cubanos, pero al parecer no es del interés de la ANPP responderlas públicamente.

Quien sigue atentamente lo que ocurre en Cuba sabe que el país está sumido en una crisis total cuyo reflejo ha tenido resonancias hasta en palabras de los principales dirigentes comunistas cubanos como el propio Miguel Díaz Canel Bermudez, quien sin ninguna vergüenza ha llegado a afirmar públicamente: “tenemos una ley para el fomento ganadero y no tenemos ganado, tenemos una ley para asegurar la soberanía alimentaria y no tenemos alimentos y tenemos una ley de pesca y no hay pescados”.

Lejos de cambiar sus prácticas habituales, los comunistas siguen creyendo que con leyes, retórica y reuniones van a lograr sacar al país de la crisis. Por eso el caos económico se profundiza y las soluciones no aparecen.

En medio de este panorama de incalculables consecuencias políticas y sociales e incapaces de obtener la ansiada credibilidad de los círculos financieros occidentales, la dictadura ha decidido usar nuevamente la carta rusa, pero ahora muy equivocadamente por lo peligrosa e incierta que resulta. No solo han desafiado a la gran mayoría de la humanidad al apoyar públicamente en la ONU la invasión de Rusia a Ucrania, sino que han dado muestras de un entreguismo como jamás había sido visto en Cuba al otorgarle a ese país la oportunidad de que sus empresas puedan usufructuar gratuitamente por treinta años tierras cubanas. ¿Se le pidió permiso al pueblo cubano? Por supuesto que no.

Durante años los cubanos escuchamos decir que los gobiernos anteriores a 1959 eran entreguistas y mencionaban el ejemplo de la Base Naval de EE.UU. en Guantánamo. Pero al menos esa cuestión la decidió una Asamblea Constituyente-y de forma muy cerrada , por cierto- y luego fue ratificada por un gobierno democrático. Sin embargo, Fidel Castro permitió una base de submarinos rusos en Cienfuegos y también les permitió a los rusos una base de espionaje contra los EE.UU. y jamás consultó a los representantes del pueblo para hacerlo.

De los recientes acuerdos con Rusia el asunto del usufructo gratuito de tierras es lo más conocido, pero no hay que ser muy sagaz para intuir que la cooperación será mucha más amplia y que a cambio de tanta generosidad los mandantes cubanos recibirán ayuda para al menos mitigar la deuda externa.

Apostar por Rusia en un momento en que el gobierno de Vladimir Putin está en situación muy desfavorable en el escenario internacional y también hacia lo interno dice mucho del desespero castrista.

El repudio internacional contra la dictadura cubana no hace más que aumentar cada día. A esto se une que la mayoría de los cubanos comienza a entender que sus problemas no se resuelven de manera definitiva con el regreso de la carne rusa enlatada, ni con menos apagones o un poco más de picadillo de tripas con soya. Cada vez son más los cubanos que entienden que 64 años de dictadura es tiempo más que suficiente para demostrar que el proyecto no funcionó y que la causa de la crisis actual -iniciada en 1991-es la negativa de los comunistas a cambiar radicalmente la estructura económica y política del país.

La Constitución cubana y sus numerosos eufemismos solo es una acción de marketing político dirigida a la Unión Europea y hacia algunos incautos políticos de los EE.UU.

La crisis económica del castrismo es, ante todo, consecuencia de su soberbia y de un calco mimético de procederes ajenos a la historia de nuestra heroica patria.

Pero a los comunistas cubanos lo único que les interesa es el poder, a esas mieles del poder que Fidel Castro libó desde 1959 y que decidió no dejar de saborear cuando dijo su famosa frase: “¿Elecciones para qué?”. Con ella traicionó los ideales democráticos de la revolución e inició la crisis moral del castrismo y su secuela, la crisis económica.

Roberto de Jesús Quiñones Haces

Harrisonburg, VA, 21 de julio del 2023

 

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