Hoy se cumplen 110 años de la muerte de Salvador Cisneros Betancourt, hombre de una altura patriótica insoslayable.
Nació en Camagüey con título nobiliario, en una de las más ricas e influyentes de Cuba, el 10 de octubre de 1828.
Siendo muy joven fue a los EE.UU. para estudiar ingeniería civil. Aquí conoció la democracia y las ideas liberales que se convertirían en brújula de su pensamiento ciudadano.
Regresó a Cuba en 1846, cuando tenía 18 años. Luego contrajo matrimonio con su prima Micaela Betancourt y Recio, con la cual tuvo siete hijos, de los cuales dos fallecieron siendo párvulos.
Fue elegido alcalde de Camagüey en tres oportunidades y desde ese puesto fundó periódicos, creó la Sociedad Filarmónica y la Sociedad Económica de Amigos del País, el Teatro Principal y la Logia Tínima, donde conspiró contra el poder colonial junto con otros patriotas camagüeyanos.
Formó parte de la Junta Revolucionaria que contactó con Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio y Pedro Figueredo para establecer la fecha de inicio de la primera guerra por nuestra independencia, fijada para 1869 pero adelantada por Carlos Manuel de Céspedes.
Conocido el levantamiento de los orientales, el 4 de noviembre de 1868 Salvador Cisneros Betancourt partió hacia la guerra luego de darle la libertad a sus esclavos. Sus propiedades fueron confiscadas y su familia sufrió el hostigamiento de la metrópoli, por lo que tuvo que trasladarla a la manigua. Años después el patriota contará: “Mi familia vivía constantemente amenazada e intranquila. En noviembre de 1869 éramos 25. Todos estaban enfermos a excepción de Micaela, mi esposa y Carmita, mi hija. Justamente en esa época murieron ambas, las únicas sanas”.
Poco después el patriota envía al extranjero a sus hijos sobrevivientes y se queda solo en la guerra, rodeado por las incomprensiones, las intrigas y la desunión de las fuerzas libertarias.
Céspedes, Betancourt, las reiteraciones de la historia.
Aunque Salvador Cisneros Betancourt no votó contra la destitución de Carlos Manuel de Céspedes como primer presidente de la República en Armas, el resentimiento del Padre de la Patria en su contra se aprecia nítidamente en la última página de su diario.
Sin embargo, ante la Cámara de Representantes, Salvador Cisneros Betancourt dijo: “Céspedes no es el hombre que ha dejado de ser Presidente, sino el que engendró la Revolución. La personalidad del ciudadano Carlos Manuel de Céspedes está tan adherida a la Revolución de Cuba que abandonarlo, porque ha dejado de ser Presidente, a sus propios recursos, sería un desagradecimiento”.
Pero el legislativo sí abandonó a su suerte a Céspedes, una decisión que tuvo importancia decisiva en su muerte.
Aproximadamente dos años después, cuando el Mayor General Vicente García encabezó la sedición desde Lagunas de Varona, Salvador Cisneros, siendo Presidente de la República en Armas, casi solo y dando muestras de una valentía y un civismo extraordinarios, se apareció en su campamento para exigirle una entrevista e imponer la legalidad.
A pesar de que unos emisarios de Vicente García le comunicaron que no lo reconocían como Presidente, Cisneros afirmó que no se iría del lugar. Ante su firme actitud los sediciosos levantaron el campamento y se fueron.
Entonces la Cámara de Representantes cedió y Cisneros Betancourt tuvo que abandonar la presidencia sometido por el legislativo, como mismo le ocurrió a Céspedes.
Intransigente hasta su muerte.
Es sabido que el caudillismo, las pugnas entre la alta oficialidad y el poder legislativo así como el regionalismo fueron los causantes de la desunión entre las fuerzas patrióticas, algo muy bien aprovechado por el astuto Capitán General Arsenio Martínez Campos, quien consiguió la firma del Pacto del Zanjón el 10 de febrero de 1878 sin que las fuerzas mambisas hubieran logrado los dos objetivos principales de la guerra: la independencia y la abolición de la esclavitud.
Dos días antes de tan triste fecha para la historia patria, la Cámara decidió su disolución y lo hizo con un solo voto en contra, el de Salvador Cisneros Betancourt, quien luego tiene que partir hacia el exilio con 50 años, todas sus propiedades confiscadas o destruidas, viudo y con los hijos muertos o al cuidado de varios parientes. Aquél hombre que fue dueño de vastas extensiones de tierra, varios ingenios, una gran dotación de esclavos y un título nobiliario, partió al exilio con un solo traje y apenas con dinero para el viaje.
Se estableció en Nueva York, donde tuvo que vender cigarros, tabacos y billetes de lotería para subsistir. Allí conoció a Martí y el ímpetu del joven rebelde gana el apoyo del noble devenido pobre.
Regresó a Cuba en 1884. Durante todo ese período conocido como “la tregua fecunda” mantuvo comunicación epistolar con Martí. En ella se puede constatar la alta valoración que el Apóstol tenía de él.
Cuando se reinicia la gesta independentista el 24 de febrero de 1895 Salvador tiene 67 años. El día 5 de junio de 1895 se lanza a la manigua con solo 12 hombres y parte al encuentro del Generalísimo, quien dirá de él: “El viejo guapo, el de buena cepa”.
En los potreros de Jimaguayú, en septiembre de 1895, es elegido Presidente por segunda ocasión. Y cuando dejó de serlo por decisión de la Cámara, continuó en la lucha como un simple soldado.
Ocurrido el hundimiento del acorazado Maine los EE.UU. declaran la guerra a España. Las fuerzas mambisas coordinan acciones militares con el ejército estadounidense y la contienda termina rápidamente.
Sin embargo, el peligro de que Cuba se convierta en una dependencia estadounidense es advertido por Cisneros Betancourt, quien fue uno de los asambleístas que votó en contra de la Enmienda Platt y no tuvo reparos en criticar públicamente al presidente Tomás Estrada Palma por su posición al respecto.
Y cuando la Asamblea del Cerro vota por la destitución de Máximo Gómez al frente del Ejército Libertador, Cisneros se opone.
Sin pertenecer a ningún partido político fue reelecto senador por Camagüey varias veces. En ese cargo lo sorprende la muerte.
Por su defensa del orden democrático, la legalidad y por su intransigencia en defensa de la dignidad y la independencia nacionales ha sido calificado como “El gran ciudadano”, el último de los grandes patriotas de nuestras guerras por la independencia.
El 28 de febrero de 1914 Salvador Cisneros Betancourt partió hacia la eternidad. Le debemos, al menos, un recuerdo agradecido por todo lo que hizo por la independencia de la patria.
Roberto de Jesús Quiñones Haces
Nota: Para la redacción de este artículo hemos tomado información de “Wikipedia”; de los artículos “De Cisneros el ejemplo sublime”, de Elda Esther Cento Gómez y “Salvador Cisneros Betancourt: El viejo guapo”, de Yunier Javier Sifonte Díaz, publicados por Cubadebate el 26-5-2016 y el 15-3-2021 respectivamente. También hemos utilizado el Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba.