Una de las lecciones más grandes de humildad nos la ofrece la lectura del Santo Evangelio según San Juan, capítulo 3, versículos 22 al 30.
En dicho pasaje bíblico existe un evidente contraste entre las debilidades mostradas por los discípulos de Juan el Bautista-entre las que podemos apreciar la desvaloración del otro, el cuestionamiento de sus acciones y el afán de preeminencia o liderazgo-y la actitud de quien es señalado en el Nuevo Testamento como “el más grande de todos los profetas”.
La respuesta del profeta a las interrogantes de sus discípulos es contundente: “Ustedes mismos saben muy bien que yo dije: Yo no soy el Mesías, sino que me mandaron delante de él. Alguien tiene la novia y es el novio, pero el padrino del novio está a su lado y se alegra con solo oír la voz del novio. Por eso mi alegría es perfecta: es necesario que él crezca y que yo disminuya”.
Las palabras de Juan el Bautista demuestran su extraordinaria humildad y acertada valoración de su lugar en la época que le tocó vivir. Cuando muchos lo exaltaban y hasta insinuaban una supuesta oposición entre él y Jesús, Juan fue capaz de ubicarlos.
Se me ofrece relacionar las palabras de Juan el Bautista con la situación de nuestra sufrida patria, con la desunión existente en el exilio cubano y entre la misma oposición interna.
Confieso que me resulta muy difícil entender que durante los sesenta y seis años de dictadura castrista líderes de ese exilio continúen repitiendo errores que solo tributan al arsenal ideológico de la dictadura. Entre esos errores se reiteran los ataques de unos lideres contra otros y la desmedida lucha por tratar de colocarse como referentes únicos, desconociendo lo que otros han hecho o exponiendo sus críticas públicamente para beneficio de la dictadura.
Las redes sociales son otro ejemplo de la reproducción de esos errores. Muchos cubanos estamos ahítos de decenas de “patriotas” que detrás de la comodidad de un micrófono nos muestran una animosidad intransigente contra todo y contra todos, como si ellos fueran los dueños de la verdad absoluta. y sus ideas las únicas que sirven. Entre estos luchadores de pacotilla-no pocos carentes de cultura- abundan los que nos atiborran con anuncios de rebeliones internas dentro de las FAR o el MININT o con otros falsos sucesos que se construyen según el dicho de fuentes supuestamente muy cercanas a la cúpula castrista. Salvo rarísimas excepciones, se puede afirmar que para esas personas la patria, sus muertos, presos y sufrimientos solo son un telón de fondo para la puesta en escena de sus intereses espurios. A ellos solo les interesa un “like”, aumentar el número de suscriptores y sus ganancias.
En esa lucha por el monopolio de la verdad y la medra inescrupulosa, la presunta eficacia política de la que hacen alarde se desvanece como la arena en el siroco.
Todos estos hechos son una muy sucinta muestra de las debilidades más acentuadas de nuestro exilio y es parte de lo que puede explicar que pasadas más de seis décadas y media de dictadura castrista no se haya logrado crear una asamblea nacional cubana en el exilio o un partido donde estén integradas todas las fuerzas políticas que se oponen a la dictadura y que se proyecten por alcanzar objetivos muy puntuales, entre los que no pueden faltar la estrategia interna y externa de esa resistencia y la proyección consensuada de un conjunto de principios sobre los que se podría estructurar el futuro democrático cubano.
La mayoría de los cubanos que han emigrado por razones políticas, sumados a los que vinieron por otras razones, han creado feudos corroídos por el interés personal donde se prolongan la desunión y el estatismo. Duele ver aquí a tanto cubano descolocado, que en vez de seguir la vieja enseñanza española que asegura: “Allí donde fueres haz lo que vieres”, se empeñan en reproducir códigos de conducta inaceptables, que en vez de integrarse solo piensan en regresar de inmediato a Cuba, no ya para visitar a sus seres queridos, sino para ostentar ante quienes padecen pobreza extrema un supuesto estatus de riqueza que no poseen. Entre ellos no faltan los apologéticos de la dictadura.
En 1853 y 1926 Cuba registró el nacimiento de dos hombres que marcaron indeleblemente nuestra historia. Uno de ellos persiguió el bien y es orgullo cimero de la patria; el otro nació para potenciar su ego por encima de todo y arrastrar al país hacia una crisis interminable. Si algo necesita hoy como nunca antes el exilio cubano es a alguien que siga el ejemplo de José Martí y sea capaz de aglutinar a todas las fuerzas opositoras en un solo movimiento o partido que tendría-además de las funciones precedentes-la ineludible obligación de ir educando al ya numeroso pueblo cubano en el exilio en las prácticas de respeto y tolerancia inherentes a la democracia. Sin embargo, contrariamente a tan palmaria exigencia histórica, pareciera que el exilio está también poseído por el espíritu diabólico del farsante de Birán, ¡tanta es la desunión y la intriga!, ¡tantas las practicas utilitaristas que irrespetan a los seres humanos!
Es cierto que no tenemos un hombre semejante a José Martí, pero en ese exilio sí hay abundante honor, amor por la patria y una extraordinaria cantidad de experiencia para que comience a dar pasos seguros y continuos hacia los objetivos señalados.
El 2025 presenta por primera vez en mucho tiempo la confluencia de factores internos y externos que, como nunca antes, apuntan hacia la posibilidad real del tan anhelado cambio, o, al menos, para comenzar a pisar bien firme en la ruta hacia ese objetivo.
En este contexto los cubanos amantes de la justicia, la libertad y la democracia, tienen el deber impostergable de despojarse de sus egos y diferencias en favor de la unidad. La historia lleva ya más de seis décadas y media cobrándoles por esos errores. Creo que ya es tiempo de reflexionar y actuar eficazmente en bien de la patria.
Como Juan el Bautista debemos tener el valor de autoanalizarnos, saber qué queremos, cuáles son nuestras posibilidades y limitaciones, tener la humildad de ceder el paso a quien lo esté haciendo mejor y aupar lo que realmente necesita la lucha.
En otras palabras, disminuyamos nosotros para que crezca la Patria.
Roberto de Jesús Quiñones Haces