Nota: Articulo publicado originalmente en Cubanet.org.

HARRISONBURG, Estados Unidos. — Cubadebate publicó el discurso pronunciado por Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la sesión constitutiva de la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) el pasado 19 de abril.

Desde el mismo título — Como en Girón, ¡seguiremos venciendo!— se evidencia la ausencia de objetividad arraigada entre los mandantes cubanos.

Afirmar que Girón fue “el triunfo de lo justo sobre lo injusto” es una manipulación de la verdad. Si injusta era la situación antes de 1959, más injusta fue la impuesta posteriormente porque el castrismo no eliminó la pobreza, sino que la profundizó con el agravante de que eliminó derechos civiles y políticos que los cubanos disfrutaron hasta el golpe de Estado de Fulgencio Batista.

Dijo Díaz-Canel que “ninguno de los 470 legisladores de la ANPP está ahí por tener más dinero o el respaldo de partidos electorales y que han sido designados para defender los intereses de la mayoría”.  Es cierto que algunos no tienen más dinero que el resto de los cubanos, pero otros se han enriquecido robando, todos tienen más prebendas que los ciudadanos comunes y están ahí por su fidelidad absoluta al Partido Comunista de Cuba (PCC), autoelegido salvaguarda y fuerza superior de la nación sin consentimiento del pueblo.

Si esos diputados defendieran los intereses de la mayoría impondrían al ejecutivo la obligación de construir y reconstruir más viviendas, escuelas y hospitales que hoteles; comprar más ambulancias y ómnibus que autos para el turismo y para la policía y exigirían someter de forma transparente al escrutinio público la ejecución del presupuesto estatal y dar a conocer cuál es el monto de este que se destina a las Fuerzas Armadas, el Ministerio del Interior y el PCC. También exigirían que empresas como GAESA fueran sometidas a inspección por la Contraloría General de la República y que hubiera control sobre los gastos que realizan la familia Castro y otros dirigentes, y sobre todo: que se supiera el origen de ese dinero. Nada de eso hicieron los anteriores legisladores castristas ni harán estos, por eso no puede afirmarse que están ahí para defender los intereses de la mayoría.

Díaz-Canel repite la gran mentira de que el modelo de partido único está en la raíz de nuestra historia, pero ninguna de las constituciones mambisas ni uno solo de nuestros próceres mencionó la posibilidad de que un sistema de partido único rigiera en su proyecto de país. Esas constituciones refrendaron la democracia y la diversidad política. José Martí creó el Partido Revolucionario Cubano (PRC) solo para organizar y dirigir la guerra de 1895 y previó su disolución una vez terminada la contienda. En las bases fundacionales del partido definió que este no se proponía “perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia…”; y también afirmó que “el PRC no tiene por objeto llevar a Cuba a una agrupación victoriosa que considere la isla como su presa y dominio…”. Lamentablemente ambas cosas ocurrieron en Cuba después de 1959 con la imposición del partido comunista en el poder.

El presidente designado afirmó: “Un día, más temprano que tarde, tendrá que cesar la política de la hegemonía”. ¿Por qué ese reclamo no comienza a hacerse realidad en casa? Hegemónico no es lo que existe mayoritariamente en el mundo obedeciendo a causas históricas y a derechos inherentes al hombre sino lo que se impone al pueblo sin su consentimiento.

Díaz-Canel dijo que hay muchos más cubanos buenos que escaños en el legislativo y es cierto, pero los cubanos buenos no pueden ser parte de la ANPP porque son discriminados por sus ideas políticas. Los comunistas nunca pertenecerán al bando de los buenos cubanos porque defienden la imposición y la discriminación política. En esa asamblea no está representado todo el pueblo de Cuba, sino solo aquella parte que apoya al castrismo. En ella estaría representado todo el pueblo si existiera respeto a la diversidad y al multilateralismo, algo que tanto reclama la dictadura para las relaciones internacionales, pero que se niega a introducir en Cuba.

El sucesor de Raúl Castro hizo hincapié en que “la dirección principal debe centrarse en la producción de alimentos, el aprovechamiento de las capacidades productivas ociosas, el incremento de los ingresos en divisas, las transformaciones que requiere la empresa estatal socialista, la eficiencia del proceso inversionista, la complementariedad de los actores económicos y la participación de la inversión extranjera”. Los cubanos hemos escuchado esas palabras hasta el hartazgo, pero nunca se han cumplido ni existe la esperanza de que se cumplirán.

Afirmó también que su gobierno cuenta con un amplio respaldo popular que —según él— fue constatado en el referendo sobre el Código de las Familias, las votaciones para delegados a las asambleas municipales del poder popular y las recientes votaciones a la ANPP, cuando según los propios datos ofrecidos oficialmente, la cifra de ciudadanos que de una u otra forma demuestra su rechazo a la dictadura no hace más que crecer.

Parecía imposible un mayor grado de cinismo, pero el gobernante lo aportó al afirmar, refiriéndose a los jóvenes: “Entienden que para que un mundo mejor sea posible hay que aceptar las diferencias del otro, ser inclusivos, abolir las discriminaciones de cualquier clase y comprender que la equidad es un valor de realización que merece cultivarse en cualquier sociedad”. Si Díaz-Canel cree eso, ¿por qué no pone en libertad a los más de 1.000 presos políticos, casi todos jóvenes, que hoy existen en Cuba?, ¿por qué continúa reprimiendo toda muestra de disenso?

Resulta curiosa la recepción que este discurso ha tenido entre los foristas a los que la gruta de los talibanes del castrismo ha permitido publicar sus opiniones. De los 23 comentarios publicados 21 son elogiosos. ¿Será que el departamento ideológico puso a trabajar a sus asalariados para hacer creer que el discurso del dictador goza de respaldo popular?

Solo dos foristas se apartaron de los genuflexos. Uno, identificado como “Pedro”, preguntó: “¿Hasta cuándo la solución a nuestros problemas será que el pueblo siga resistiendo?”, mientras que otro, identificado como “J y qué?”, hizo otra pregunta demoledora: “Pero…¿cuándo  venceremos?”.

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