Este 17 de abril se cumplen 75 años de la muerte de Ramón Guirao, poeta precursor que hoy es un gran desconocido para la gran mayoría de los cubanos.
Cuando se habla de poesía negra en Cuba muchos piensan en Nicolás Guillén como el iniciador de esa corriente literaria, pero es a Ramón Guirao a quien corresponde ese mérito.
A pesar de ser hijo de inmigrantes españoles, Guirao confirmó tempranamente su cubanidad cuando con solo veinte años publicó en el suplemento literario del Diario de la Marina su poema “La bailadora de rumba”, primero de tema negro publicado en Cuba, lo cual basta para que ocupe un lugar señalado en la historia de nuestra cultura.
Entre todas las artes, la música siempre ha desempeñado un papel fundamental en la formación de la cubanidad, un proceso que no alcanzará madurez definitiva hasta que no disfrutemos de una ciudadanía plena. Dentro de los abundantes géneros musicales cubanos, la rumba, surgida en el siglo XIX e inscripta en noviembre de 2016 en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, elaborada por la UNESCO, se caracteriza por patrones rítmicos donde los bailadores mueven frenéticamente pelvis y caderas al son de los instrumentos de percusión.
Baile sensual, la rumba se apoderó de la imaginación poética de Ramón Guirao, quien permeado por sus sonoridades escribió su famoso poema:
“Bailadora de guaguancó,
piel negra,
tersura de bongó.
Agita la maraca de su risa
con los dedos de leche de sus dientes.
Pañuelo blanco
–seda–,
bata blanca
–almidón–,
recorren el trayecto
de una cuerda
en un ritmo afrocubano
de guitarra
clave
y cajón
“¡Arriba, María Antonia,
alabado sea Dio!”.
Las serpientes de sus brazos
van soltando las cuentas
de un collar de jabón”.
Pero el poema de Guirao no solo es importante- históricamente hablando-por haber incorporado al negro como elemento distintivo dentro de su poética, sino porque también lo convirtió en un referente estético dentro de la literatura cubana, en contraposición al hasta entonces predominante modelo de belleza caucásica.
A partir de entonces la poesía negrista-como también se le conoce-comenzó a ser cultivada por otros poetas cubanos de reconocida trayectoria como José Zacarías Tallet, Nicolás Guillén, Regino E. Boti y Emilio Ballagas. De esta forma el negro cubano alcanzó un lugar relevante en nuestra poesía, pues antes ya había estado presente en obras de ficción narrativa de la autoría de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Anselmo Suárez y Romero en el siglo XIX.
Resulta significativo que esta corriente poética nació concomitantemente con la extensión del son-otro de los pilares de nuestra cultura musical- hacia el occidente del país. Aunque este género alcanzó resonancia en la poética de Nicolás Guillén, los dos poemas que marcaron el nacimiento del movimiento, escritos por Guirao y Zacarías Tallet estuvieron inspirados en la rumba.
Se trata de un momento muy singular de la historia de nuestra cultura literaria, cercano a la publicación en 1933 de la novela “Ecué Yamba O”. Nótese que tanto Guirao como Zacarías Tallet fueron de ascendencia europea y se sintieron atraídos por el tema negro, vinculándolo en sus creaciones poéticas a la rumba, un género musical sin dudas muy cercano a las raíces africanas, en tanto que Nicolás Guillén, mulato, se inclinó por una poesía vinculada a las sonoridades del son, un ritmo representativo de la simbiosis entre lo español y lo africano. O para ser más exacto -y evocando la memoria de don Fernando Ortiz- un género que es la más auténtica expresión musical del ajiaco cultural provocado por la mezcla de diversas culturas, que en el caso específico de la cubana tiene como componentes fundamentales a las procedentes de África y España.
La publicación de los poemas de Guirao y Tallet provocó una secuela de imitadores que mostraban al negro más como elemento folclórico que componente social. Tuvieron que aparecer los poemarios “Motivos de son” y “Sóngoro Cosongo”, de Nicolás Guillén, para que el negro irrumpiera en nuestra poesía con una fuerza y autenticidad que, a partir de entonces, serían insoslayables.
Intelectual significativo por su poesía, Guirao también ejerció el periodismo y colaboró con importantes publicaciones habaneras de la época republicana, como “Revista de Avance”, “La Prensa”, “Orbe”, “Carteles”, “Revista de La Habana”, “Social”, “Línea”, “Revista Bimestre Cubana” y Bohemia, entre las más significativas. También se dedicó a investigar sobre la presencia del negro en nuestra literatura. Fruto de ello fue su ensayo “Poetas negros y mestizos de la época esclavista” y su antología “Cuentos y leyendas negras de Cuba”, publicado en 1942.
Además de publicar en relevantes medios de prensa de la época, Guirao también lo hizo en las revistas literarias “Espuela de Plata”, “Verbum” y “Orígenes”, las tres dirigidas por el exigente José Lezama Lima. Sus colaboraciones también fueron publicadas en reconocidos medios culturales del continente como “Repertorio Americano”, de Costa Rica, “Semanario Ercilla”, de Chile y la significativa revista “Sur”, dirigida por Victoria Ocampo y Jorge Luís Borges.
En un interesante artículo de Rafael de Águila, publicado por “La Jiribilla” el 22 de enero del 2021, se asegura que Ramón Guirao parecía estar hechizado por el tema negro, tanto que realizó un viaje a Nigeria con el objetivo de estudiar la cultura yoruba.
Fruto de esa pasión fue la fundación de la Sociedad de Estudios Afrocubanos.
A pesar de morir a los 41 años el 17 de abril de 1949, la importancia de su obra intelectual fue reconocida por intelectuales como Gastón Baquero, Roberto Fernández Retamar, Enrique Labrador Ruíz, Raúl Roa y Cintio Vitier, entre otros.
También autor de décimas de profunda cubanía, Ramón Guirao es otro intelectual que a pesar del silencio que acompaña a su obra, no podrá ser barrido de la historia de nuestra cultura, sencillamente porque es otro de los precursores.
Roberto Jesús Quiñones Haces