Los cubanos que viven en el archipiélago acaban de finalizar un año marcado por el deterioro progresivo de los servicios de salud, educación, transporte y agua potable.

A la reiterada ineficiencia de esos servicios se une la sostenida caída del valor de la moneda nacional frente a la divisa unida a la galopante inflación, hechos que lejos de ser resueltos por la cúpula gobernante se han enraizado, al extremo de que puede afirmarse categóricamente que poquísimas familias viven de su salario.

El pueblo cubano continúa perdiendo mucho tiempo en busca de alimentos. No hablo de variedad, que no la hay, sino de unos simples vegetales, una libra de arroz o de unos pocos huevos, todos a precios exorbitantes. Ni hablar de los precios de la carne de cerdo, pescados o de los mariscos, ¡¿mariscos?!!!

A esa angustiosa circunstancia se une una permanente atmósfera represiva según la cual un ciudadano puede ir varios años a prisión solo por grabar una cola para comprar alimentos o la paliza que un agente de la policía de la dictadura le regala generosa y revolucionariamente a todo el que se atreve a disentir. Y añado, por si fuera poco, el calor agobiante aumentado por los ocasionales o reiterados apagones.

En esas circunstancias el pueblo cubano despidió el año 2023 y esperó el 2024. Las imágenes que circularon en las redes dicen mucho de esos días.

Pero si nos guiamos por sus discursos, los dirigentes cubanos parecen no estar enterados de cuán hondo ha calado en el espíritu de la nación una crisis que se ha prolongado por más de treinta años, cuando la desaparición de la antigua URSS indicó que el castrismo debía hacerse más razonable y creíble. Nunca como en ese momento quedó demostrado cuán caro ha sido para la dictadura y mucho más para nuestro pueblo, la traición a los ideales democráticos de la revolución.

En la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular y luego de la celebración del usual pleno del Comité Central del Partido Comunista, donde se decide todo lo que va a ser discutido en ella, fue aprobado un paquetazo de medidas que-según las máximas autoridades de facto- buscan reactivar la economía del país. Entre ellas se halla el reforzamiento del control sobre las pequeñas y medianas empresas, el aumento de los precios de los combustibles y la reducción de las pensiones por jubilación e invalidez, todas de profundo impacto para amplios sectores de la sociedad. Sin dudas se trata de un paquetazo neoliberal, pero cuando se menciona la palabra los castristas se enfurecen.

Haciendo uso reiterado de una retórica que solo provoca suspicacias y burlas, el ministro de economía y el títere presuntamente al mando del país, hablaron nuevamente del porvenir. Pero el futuro de una nación no puede edificarse sobre cimientos quebrados por los errores. Por eso la retórica del castrismo se ha vuelto increíble, porque nunca hace realidad lo que pregona.

Esa misma retórica fue la usada por Raúl Castro Ruz en su discurso del pasado 1 de enero de 2024 en Santiago de Cuba. Fiel a su demagogia habló de logros inexistentes y pidió más sacrificios a un pueblo que está sumido en una profunda miseria y ha perdido toda la confianza en quienes lo dirigen sin haber sido elegidos democráticamente, debido a su probada ineptitud y soberbia.

Después de 65 años de un progresivo deterioro de la iniciativa privada y del respeto a elementales derechos humanos, Raúl Castro continúa pidiendo confianza “en la revolución”, es decir, en él, su familia y en el reducido grupo de corruptos que ha llevado a Cuba a la debacle.

El general sin batallas significativas- salvo la que ha librado durante gran parte de su vida para destruir a nuestra patria-aseguró que “es imperativo avanzar en productividad, orden y eficiencia, aunque ello implique algunos sacrificios”. Sacrificios para el pueblo mientras ellos continúan acopiando fracasos sin poder ser cuestionados o reemplazados.

Si analizamos brevemente la retórica de Modesto desde que asumió el poder en el 2006, esta ha estado marcada por cuatro objetivos significativos. Primero fue aquél iniciático y famoso del “vasito de leche para todos los cubanos”, luego vino el de los lineamientos económicos políticos y sociales del Partido Comunista de Cuba, proclamados en el 2012. El tercero fue la proclamada intención de cumplir puntualmente con los pagos de la deuda externa y el cuarto la tarea ordenamiento. Todos permanecen incumplidos, aunque, sin dudas, corresponde a la tarea ordenamiento el más estrepitoso fracaso, tanto que el pueblo cubano, con su mordacidad habitual, la califica como “ordeñamiento”. Sea de vaca o de chiva, toda la leche va hacia el mismo cántaro, el de la dictadura.

Dieciocho años después de que Raúl Modesto Castro Ruz se hiciera con el poder absoluto, no solo continuamos sin el famoso vasito de leche, sin el respeto a elementales derechos humanos y sin una mínima prosperidad económica, sino que Cuba es hoy mucho más pobre, endeudada y dependiente de las limosnas extranjeras.

Como si todavía estuviera anclado en el mismo balcón del palacio de gobierno de Santiago de Cuba aquél 1 de enero de 1959 y no hubieran transcurrido 65 años de involución económica, política y social, el general sin batallas habló de “una obra de la revolución” y de “conquistas sociales” que solo existen en su mente. Fiel a la omnipresente manipulación de la retórica castrista volvió a afirmar que la revolución liderada por su hermano-devenida en la más larga dictadura del hemisferio occidental-es la misma iniciada por los demócratas que en 1868 y 1895 se levantaron en armas contra la metrópoli española, ante quienes los comunistas son unos pigmeos históricos y morales.

Mientras la inmensa mayoría del pueblo cubano vive cotidianamente en la angustia por carecer de alimentos, medicinas y servicios indispensables, este individuo no siente vergüenza alguna ante el rotundo fracaso de un proyecto erigido sobre la traición, en el que su nonagenaria figura, uno de los pocos rescoldos del castrismo, no resulta creíble ni esperanzadora, pero tampoco asusta a pesar de sus bravuconadas. “Aquí estamos y aquí estaremos”, dijo Modestico, como si fuera eterno, porque esa es una de las creencias más acentuadas en todos los dictadores.

Gracias a Dios sabemos que ninguna obra humana es eterna. Solo la palabra de Dios es eterna y ella es incongruente con las dictaduras.

Roberto de Jesús Quiñones Haces

Harrisonburg, VA, lunes 8 de enero del 2024.

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2 comentarios en "LOS DESVARÍOS DEL GENERAL SIN BATALLAS"

  1. Excelente artículo. Gracias por tu amor por Cuba, por ayudar con tu obra a que el mundo conozca la situación que vive nuestro querido y olvidado pueblo. Gracias también por tu coherencia de vida. Que Dios te siga bendiciendo

  2. El castrismo es y será una dictadura solo para su beneficio personal y de sus familiares y acólitos, sin importar la realidad del pueblo cubano de a pie.

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