LAS MAÑAS DE CHÁVEZ Y LA EQUIVOCACIÓN DE NICOLÁS MADURO

Este lunes 19 de agosto se cumplen 24 años de que Hugo Chávez Frías fuera juramentado como presidente de Venezuela, hecho que tiene estrecha vinculación con los actuales sucesos en el hermano país.

El 4 de febrero de 1992 Hugo Chávez y un grupo de oficiales del ejército nacional venezolano intentaron un golpe de estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Entonces Venezuela sufría una crisis desde inicios de los años ochenta debido al desplome de los precios del petróleo y al aumento progresivo de su deuda pública, hechos que provocaron un paulatino aumento del descontento popular que estalló en 1989 en la rebelión conocida como “el caracazo”.

Esa fue la justificación que enarbolaron Chávez y quienes lo acompañaron para dar el golpe de estado en 1992. En prisión, Chávez dio a conocer sus ideas en el libro “Cómo salir del laberinto”. Si a alguien pudiera parecerle curiosa esta coincidencia con la historia de Fidel Castro, recuerdo que al igual que el cubano, Chávez estuvo poco tiempo en prisión y salió de ella gracias a una amnistía política decretada por el presidente Rafael Caldera a finales de 1994. A partir de entonces se dedicó a estructurar y fortalecer a su Movimiento V República.

Una de sus primeras actividades fue visitar Cuba, donde fue recibido con honores destinados a los jefes de estado por Fidel Castro, siendo obvio que el dictador cubano, ante la debacle que sufría Cuba luego de la desaparición de la URSS-y de la cual jamás se ha recuperado- vio al ex coronel venezolano como una vía plausible para paliar los efectos de la probada ineficacia de su régimen.

La llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela en 1998 y sus posteriores triunfos en comicios y referendos se presentó a los cubanos como éxitos arrolladores demostrativos del deseo de cambio de los venezolanos, una manipulación de la realidad.

En las elecciones legislativas de noviembre de 1998 el Movimiento V República, liderado por Chávez, obtuvo el 22% de los votos y 35 diputados, lo que permitió al ex coronel lanzarse a la lucha por la presidencia de Venezuela.

Cuando el 2 de febrero de 1999 Chávez asumió el poder, prometió cambiar la Constitución. Dos meses después convocó a un referendo en el cual preguntó a los venezolanos si querían convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. El referendo fue aprobado debido a que el 80% de los votos emitidos respaldó la convocatoria, pero lo que no dijo el castrismo fue que el 63% de los votantes se abstuvo de concurrir al referendo, algo que habría bastado para invalidarlo. Sin embargo, Chávez siguió adelante y un mes después, en diciembre de 1999, realizó el referendo constitucional en el cual el 71% de los votos emitidos se pronunciaba por una nueva Carta Magna. Pero en ese referendo la cifra de votantes que no emitió su opinión fue del 56 %. Es decir, solo el 44% de los votantes acudió a las urnas y de ellos, un 71% se pronunció a favor de una nueva constitución, lo cual demuestra el desgaste político que sufrió Hugo Chávez en menos de dos años de gestión presidencial.

En el año 2000 Chávez convocó a nuevas elecciones presidenciales y si en 1998  había llegado a la presidencia con el 56.2% de los votos, en el 2000 obtuvo el 59.7%, pero tal y como había ocurrido en los referendos, la participación popular estuvo marcada por el abstencionismo pues en esas elecciones solo participó el 56% de todos los votantes, cifra alejada cinco puntos porcentuales del 63% que participó en las elecciones de 1998 y 4 puntos porcentuales del 60% que eligió a Rafael Caldera en 1993.

Fue a partir de entonces cuando el chavismo entendió el coste que podía tener la gestión ejecutiva en las urnas. Por eso se dieron a la tarea de reestructurar el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, colocando en esas instituciones a personas totalmente subordinadas al chavismo. Puede afirmarse sin temor a equivocación que el 19 de agosto del 2000 marcó el fin de la credibilidad institucional en Venezuela.

Han tenido que transcurrir más de veinte años para que el pueblo venezolano recuperara su esperanza y potenciara su deseo de cambios en la estructura política del país, para que asumiera que es él el soberano y que aún dentro de los estrechos marcos en los que el chavismo ha acorralado a la democracia se puede hacer valer su voluntad.

El cínico, escandaloso y extremadamente burdo fraude electoral cometido por Nicolás Maduro el pasado 28 de julio ha recibido una contundente y muy inteligente respuesta por parte de la oposición venezolana. El descrédito político de la dictadura chavista no hace más que crecer ante la opinión pública nacional e internacional, como quedó demostrado en la  multitudinaria manifestación realizada en Caracas el pasado sábado 17 de agosto y en las que se realizaron  ese mismo día en varias ciudades de América Latina y Europa en solidaridad con el pueblo venezolano, en reclamo de respeto por el resultado de las elecciones, hechos a los que se han sumado las declaraciones del Centro Carter, la ONU, la OEA y la comunidad europea.

Cuando parecía que una nueva farsa electoral iba a triunfar la oposición venezolana mostró pruebas fehacientes sobre el triunfo de Edmundo González, el verdadero nuevo presidente de Venezuela. Lo previeron todo y se prepararon para reclamar ante el mundo el respeto a la voluntad del pueblo.

María Corina Machado se ha erigido como símbolo de esta nueva Venezuela, una mujer que representa el valor y el patriotismo de todo su pueblo. Ella se ha encargado de recordarnos, como dice la letra de una hermosa canción, que no todo está perdido. María Corina, como todos los venezolanos que han muerto y los miles que están detenidos en lugares desconocidos por reclamar libertad, ha emergido entre tanto dolor y desesperanza como una nueva Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, aunque ahora no se trata de salvar a un hombre sino a un país entero y digo más, se trata de salvar a todo un continente de los tenebrosos tentáculos del castro-comunismo.

Roberto Jesús Quiñones Haces

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