Este jueves 15 de agosto llegó al aeropuerto internacional de Miami Manuel Menéndez Castellanos, quien hasta hace pocos años estuvo muy vinculado a la represión de nuestro pueblo.

Me resultó significativa la forma en que intentó ocultar su rostro, pero sobre todo verlo sentado en una silla de ruedas que los servicios aeroportuarios destinan a personas enfermas y de la que se levantó rápidamente apenas fue recibido por el comité de bienvenida de su CDR, perdón, por sus familiares. Fue curioso verlo con una camisa rosada, algo que me hizo recordar un interesante libro de Fernando Martínez Heredia titulado “El corrimiento hacia el rojo”, aunque en este caso el camino del otrora gendarme comunista ha sido a la inversa, del rojo al rosado y de ahí quizás salte a la policromía del arcoíris y de lo que actualmente representa, algo que no me sorprendería.

Mario Pentón, periodista de Martí Noticias grabó su llegada. Y la grabación reflejó cómo el carácter violento de esta polichinela castrista continúa enraizado en su alma, tanto como su cobardía. Porque Manuel Menéndez Castellanos actúo como lo que ha sido y lo que son todos los que como él ocupan altos cargos en la nomenclatura castrista. Fue cobarde al negarse a responder las preguntas del reportero, también lo fue cuando sintiéndose  protegido por quienes lo rodeaban lanzó un manotazo al teléfono del periodista, fugaz remedo de lo que hizo el ministro de cultura contra un joven intelectual hace algunos años porque en realidad es una acción demostrativa de la intolerancia de la dictadura, reproducida ad infinitum por los agentes de la policía castrista cada vez que intentan impedir que un ciudadano ofrezca testimonio de nuestra realidad.

Habiendo conocido en carne propia hasta dónde pueden llegar las mentiras y la manipulación del castrismo, el proverbio “piensa mal y acertarás” se entroniza en mi mente al analizar hechos como la llegada de este esbirro.

Primer secretario del partido comunista en mi provincia natal, Cienfuegos, entre 1993 y 2003, no son pocas las anécdotas que escuché de boca de algunos de mis coterráneos que lo vinculan a sonados hechos de corrupción durante esa década, aunque siempre escapó de cualquier problema debido a su probada genuflexión perruna hacia los Castro.

Después de ser “liberado” de su cargo en 2003 pasó a “trabajar” en el comité central del partido comunista como parte del equipo de Fidel Castro. Luego su nombre comenzó a ser menos mencionado en los medios oficialistas. Ahora llega aquí y quizás su misión sea fortalecer a los desprestigiados grupos que apoyan desde este país a la dictadura o adiestrarlos in situ en técnicas de desórdenes sociales en las universidades. Quién sabe si viene con la misión de hacer, junto con Misael Enamorado Dager, ex primer secretario del partido comunista en Santiago de Cuba y con Arelis Casañola Quintana, ex primera secretaria de ese partido en la Isla de la Juventud, una fuerza política que trabaje con el objetivo de ir afianzando los propósitos de la dictadura dentro de este país. Sobre esa posibilidad no he sido el primero ni el único en alertar desde estas páginas.

Al pensar en lo fácil que les ha resultado a este tipo de “refugiados políticos” o “reunificados familiares” establecerse en este país no puedo dejar de pensar con dolor en la situación que todavía vive allá en Cuba el matrimonio de pastores protestantes formado por Ramón Rigal y Ayda Expósito junto con sus hijos, cubanos dignos que no han podido obtener el apoyo de un patrocinador ni una visa humanitaria del Departamento de Estado, a pesar de haber de que ellos si han sido y continúan siendo perseguidos políticos y fueron declarados presos de conciencia por organismos internacionales defensores de los derechos humanos.

Me resulta muy preocupante que a esta altura del partido, a pesar de los casos de Ana Belén Montes, la Red Avispa y el más reciente de Manuel Rocha, ocurran pifias como esta. Que un represor como Manuel Menéndez Castellanos haya podido pasar satisfactoriamente una entrevista en la embajada estadounidense en La Habana, ocultando su pasado como alto dirigente de la dictadura, solo puede reflejar dos situaciones: que el Servicio de Inmigración de los Estados Unidos de América necesita fortalecer sus mecanismos de verificación o, sencillamente, que existe complicidad por parte de algunos decisores de esta administración con la dictadura cubana. Ambas situaciones demuestran cuán frágil se halla la protección de la seguridad de este país ante peligros como el que representa la llegada de sujetos de incuestionable filiación comunista como la de este correveidile de los Castro.

En días como estos me gustaría estar en La Florida, en Kentucky o en Texas y seguir de cerca los pasos de cobardes como los mencionados. Lo menos que merecen es un acto de repudio constante de parte de la comunidad cubana, la que realmente está comprometida con los valores sobre los que nuestros próceres fundaron nuestra nación. Lo menos que merecen es tranquilidad, ese bien tan preciado por todo ser humano y que ellos siempre les han negado a los cubanos que no son como ellos.

Roberto Jesús Quiñones Haces

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